Alejandro Colanzi
La cárcel y sus ironías
Ejerciendo la presidencia del curso, en la universidad, propuse que busquemos una salida jurídica a dicha situación de don Donato
POR ALEJANDRO COLANZI ZEBALLOS
13 de noviembre de 2023
Finalizando el primer año de mis estudios de Derecho, visitamos la cárcel que se encontraba, irónicamente, al “final de la libertad” (finalizando la calle Libertad, donde hoy está el comando de la Policía en Santa Cruz de la Sierra).
Kely, un vecino que había desaparecido del barrio, se encontraba en calidad de interno. Delante de otros alumnos, le pregunté cuál la razón de su detención y él, con la espontaneidad que lo caracterizaba, sacó del bolsillo de su camisa un sobre pequeño con un polvo que yo desconocía hasta ese momento: cocaína. Tiempo después lo encontré por el correo central (calle Junín) y al preguntarle a qué se dedicaba, contestó que era de la policía antinarcóticos.
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Ese día también conocimos, a don Donato Terrazas Flores, quien acaba de fallecer el 24 de octubre del 2023. Era el sastre; su clientela era variada, aunque principalmente eran ajenos a la cárcel. Con ese oficio había educado a sus hijos hasta hacerlos profesionales a todos. Oriundo de Saipina, de los valles cruceños, tierra prodigiosa en la producción agrícola, donde vivió hasta el momento en que fue trasladado en calidad de detenido y ya condenado al “final de la libertad”, donde tuvo que reinventarse, aprender y dedicarse a ser sastre.
Don Donato, campesino y productor, por esas imprecisiones administrativas llegó a tener un problema de límites con su colindante e iniciaron litigios judiciales, que como tales implican desatender su campo, gastar sus ahorros y vivir una inestabilidad emocional profunda, lo que llevó en un momento de discusión con su vecina en conflicto, ofuscado, tomar su escopeta y quitarle la vida. El Código Penal Banzer, que comprendía la pena de muerte para el asesinato, había sido aplicado en sentencia condenatoria y ratificada en recurso ante la Suprema.
Ejerciendo la presidencia del curso, en la universidad, propuse que busquemos una salida jurídica a dicha situación de don Donato. Decidimos iniciar la conmutación de la pena (cambiar la pena de muerte por la pena máxima de prisión de 30 años), entonces facultad constitucional del Presidente de la República. Reunimos cartas de muchos cursos de Derecho, de otras carreras y también de instituciones juveniles que interactuaban en la ciudad: fueron bastantes.
Se había aperturado un espacio democrático y se había convocado a elecciones generales. El ya general Banzer, presidente de facto, respaldaba a su exministro, general Juan Pereda Asbún.
Fueron muchos los canales que buscamos para llegar al presidente con nuestro pedido masivo de conmutación y todos habían sido vanos. Un compañero de curso, también militar, nos anunció que el edecán del presidente había sido reemplazado y el nuevo fue su compañero de curso y planteó utilizar, previa consulta con el nuevo edecán, esa vía. Reinó la esperanza y se envió toda la documentación de respaldo jurídico y apoyo social.
Entretanto, el proceso electoral dio una bochornosa victoria al delfín del presidente; de tal magnitud que fue la Corte Electoral y el mismo general Banzer que se vieron obligados a anularlas y convocar a nuevas. El general Pereda, el “victorioso”, se sublevó y pidió la dimisión de Banzer para asumir la presidencia en razón a su victoria. Ese golpe de Estado nos sumió en la desesperanza en razón a nuestra acción de conmutación: se diluía toda posibilidad de lograrlo.
El general Banzer, el 21 de julio de 1978, al final del día, anunció su dimisión como presidente. Y, también firmó su último decreto supremo, conmutando la pena de muerte de Donato Terrazas Flores.
El conmutado, antes de salir de la cárcel sufrió una crisis existencial: qué hará en la ciudad donde ahora vive su familia, si para seguir ejerciendo la sastrería deberá pagar alquiler, agua, luz, ayudantes sujetos a las leyes laborales que antes no tenía que hacer y le daban la ventaja que se traducían en precios y, por ende, en buena clientela: durante tiempo se resistió a dejar la cárcel.
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(*) Alejandro Colanzi Zeballos es criminólogo y nonnino de Valentina